martes, 4 de mayo de 2010

El país es vulnerable a delitos financieros por vía electrónica


El pasado 11 de marzo, Pedro Andrade (nombre ficticio), un profesor de escuela de 28 años, recibió un correo electrónico cuyo supuesto remitente era el banco en el que tiene depositados los ahorros de toda su vida.

Le advertían que habían detectado un posible acceso de terceras personas a su cuenta y por motivos de seguridad, le pedían una actualización de sus datos. Para ello, debía dar clic en una dirección electrónica proporcionada.

Pedro decidió no hacerlo y llamó a la entidad bancaria, en la cual le indicaron que no hacían estas peticiones por e-mail y que seguramente trataron de estafarlo.

El joven maestro estuvo cerca de ser víctima de un “phishing”, una de por lo menos tres formas comunes de fraude cibernético con que se intenta perjudicar a usuarios del sistema financiero. El fin de este delito es captar la información del cliente para apropiarse de sus bienes.

La creciente penetración de la Internet (alrededor de 2 millones de abonados, según cifras de la Superintendencia de Telecomunicaciones) significó el aumento de las operaciones financieras electrónicas en el Ecuador.

El fenómeno trajo consigo la multiplicación de los ciberdelitos, según expertos consultados.

No existen datos consolidados -las entidades financieras manejan individualmente sus estadísticas- pero la consultora internacional de mercados Tendencias Digitales calcula que el 37,2% de esos 2 millones de usuarios hace transacciones bancarias.

Asimismo, las estafas informáticas en el país aumentaron entre el 12% y el 15% en los dos últimos años, señaló Jorge Armanza, jefe de Control y Prevención de Fraudes de la tarjeta Pacificard.

“Lamentablemente, han caído muchas personas porque no tienen el conocimiento de cómo reconocer un página de Internet real, lo cual conlleva a que el cliente entregue los datos libremente”, acotó.

Las estadísticas de la Fiscalía del Estado sobre delitos informáticos no registran denuncias que especifiquen los fraudes por Internet. Los reportes de 2009, señalan 249 por daños informáticos, 23 por falsificaciones electrónicas y 168 por apropiación ilícita utilizando medios informáticos.

En Guayaquil, la mayoría de casos por delitos informáticos se presenta como falsificación o estafa, dijo Bernardo Ovalle, coordinador general del Observatorio de Seguridad Ciudadana.

La Superintendencia de Bancos creó una unidad para receptar los reclamos sobre fraudes cibernéticos. Este Diario solicitó al ente de control un reporte estadístico, pero el pedido no fue atendido hasta el cierre de esta edición.

Ante el ascendente riesgo de las estafas por Internet, la seguridad cibernética de los bancos se ha preparado adecuadamente en los últimos años, a fin de mantener la confianza de su clientes, añadió Armanza.

Parecido criterio tiene Miguel Montalvo, experto en seguridad bancaria. “Han mejorado el nivel de capacitación de los ejecutivos del ramo y tomaron precauciones tecnológicas ante los delitos que se venían en camino”.

El Banco de Guayaquil, por ejemplo, implementó la tarjeta de claves de seguridad Bancontrol, que pide digitar dos coordenadas situadas en su reverso, cuando el cliente debe efectuar un pago o transferencia por Internet.

Montalvo explica que uno de los problemas para castigar fraudes como el “phishing”, es que se los puede iniciar desde un computador en cualquier parte del mundo. Además en el Ecuador no existen leyes específicas para estos delitos, sostuvo.

Lo confirma María Cristina Vallejo, especialista en Derecho Financiero y Bursátil, quien indicó que solo hay varias disposiciones en la Ley de Comercio Electrónico, la cual norma el manejo de datos por Internet y las infracciones electrónicas.

La abogada refirió que la Policía ha creado una unidad para combatir los fraudes cibernéticos, pero cree que la reacción de las autoridades no va de la mano con el aumento de este tipo de delitos.

Una recomendación de los expertos es que un usuario nunca debe entregar sus datos personales o claves de acceso por vía electrónica, algo que acogió Pedro Andrade y le evitó un lamentable perjuicio.