Bogotá. EFE
El nuevo presidente de Honduras, Roberto Micheletti, ignoró hoy el cada vez mayor clamor internacional para que el depuesto Manuel Zelaya sea restituido, mientras en las calles de Tegucigalpa se agudizaba la polarización con manifestaciones a favor y en contra del golpe militar del domingo.
El mandatario interino insistió hoy en que la expulsión de Zelaya del país por el Ejército y su destitución por el Congreso no supusieron una ruptura del orden constitucional e incluso amenazó con detenerle, si cumple su promesa de regresar el jueves a Honduras.
Micheletti, que recibió el apoyo de unos pocos miles de hondureños en Tegucigalpa, anunció incluso una ofensiva diplomática para explicar la crisis que vive el país y "recuperar la confianza" de la comunidad internacional.
Sin embargo, esto no ha aflojado la presión mundial en su contra.
Hoy se sumaron al rechazo al nuevo Gobierno hondureño el Banco Mundial (BM) y Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que anunciaron la suspensión de sus respectivas actividades crediticias con Honduras con motivo del golpe militar.
Entretanto, Zelaya continuó su periplo internacional, ahora en Estados Unidos, donde acudió a las Naciones Unidas y a la Organización de Estados Americanos (OEA) para mantener la presión sobre los golpistas.
La Asamblea General de la ONU, reunida para tratar el caso de Honduras, aprobó hoy por aclamación una resolución en la que pide la "inmediata e incondicional" restitución de Zelaya como presidente "legítimo y constitucional" de Honduras.
"Esta resolución expresa la indignación del pueblo de Honduras y del resto de la comunidad internacional", dijo el depuesto gobernante de Honduras al dirigirse a la Asamblea poco después de la aprobación unánime de esa resolución.
A continuación se dirigió hacia Washington, donde la Asamblea General de la OEA celebraba una sesión extraordinaria para examinar los próximos pasos a seguir en respuesta a la crisis desatada en Honduras.
Antes de la reunión, el embajador hondureño ante el organismo regional, Carlos Sosa, anunció que pediría el apoyo de éste para el retorno de Zelaya a su país.
El depuesto mandatario se propone regresar a Honduras, acompañado por el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, la presidenta argentina, Cristina Fernández, el titular de la Asamblea General de la ONU, Miguel D'Escoto, y quizás el jefe de Estado de Ecuador, Rafael Correa, que está estudiando la posibilidad.
Sin embargo, Micheletti le advirtió hoy que si ponía un pie en el país sería detenido, ya que "se tendrá que enfrentar con las diferentes órdenes de captura que tiene" en su contra.
Ante esto, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, reiteró que una "agresión" contra Zelaya obligaría a una "intervención militar de Naciones Unidas" en Honduras.
A nivel de Latinoamérica, región que se ha unido sin fisuras en favor de la restitución de Zelaya gobernante legítimo de Honduras, hoy la Alianza de Comunidades Caribeñas y Latinoamericanas (NALACC, por su sigla en inglés) se sumó a las condenas al golpe militar expresadas previamente por la ALBA, la Unasur, el Grupo de Río, el SICA, el Mercosur y la Caricom.
Los únicos matices a la posición unánime de la región frente a lo que la mayoría denomina como "golpe de Estado" vinieron de la mano del presidente colombiano, Álvaro Uribe, y del mandatario electo de Panamá, Ricardo Martinelli, que mañana asumirá el poder en su país.
Uribe defendió el principio de la "no intervención" externa ante la crisis política en Honduras y en el mismo sentido se pronunció Martinelli, quien abogó por que los hondureños "entre ellos resuelvan sus diferencias".
Otros países, como México, Chile y El Salvador, comenzaron a aplicar el aislamiento diplomático al nuevo Gobierno llamando a consultas a sus representantes diplomáticos en Tegucigalpa.
El Gobierno de España pidió a sus socios de la Unión Europea (UE) que dispongan la misma media en bloque de forma "urgente" para mostrar la "firmeza" en la condena del golpe militar.
Sin embargo, Estados Unidos rechazó por el momento retirar a su embajador porque, según el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, considera "importante tener un representante sobre el terreno en la búsqueda de una solución" a la crisis desatada.
Precisamente, el Gobierno de Estados Unidos se ha convertido en el primer objetivo de Micheletti para empezar a ganarse el reconocimiento mundial.
El nuevo gobernante hondureño, nombrado por el Congreso el domingo tras la expulsión de Zelaya por los militares, anunció que enviaría a Washington a su canciller Enrique Ortez y a una delegación de diputados, abogados y empresarios.
Sin embargo, no precisó con qué funcionarios o instituciones se entrevistarán, dado el rechazo al golpe manifestado por la Casa Blanca.
La misión pretende explicar que "no hubo ningún golpe de Estado, sino una sustitución constitucional", ante el incumplimiento de la Carta Magna por parte de Zelaya al convocar una consulta popular para dar inicio a un proceso de reforma de la Constitución, según sus críticos para continuar en el poder.
Micheletti reiteró que el 29 de noviembre próximo habrá elecciones presidenciales y no tuvo empacho en invocar la democracia ante unos 5.000 simpatizantes que se concentraron en el centro de la capital para manifestarle su apoyo y repudiar al depuesto jefe de Estado.
Los manifestantes, convocados por la Unión Cívica Democrática (UCD), organización formada por políticos, empresarios, iglesias y organizaciones sociales, cargaron contra los medios internacionales porque consideran que están dando información sesgada.
Los seguidores del nuevo Gobierno insistieron en que el domingo "no hubo un golpe de Estado" y en que los que apoyan a Zelaya son "una minoría".
Si a primera hora el céntrico Parque Central se llenaba con pancartas de apoyo al Gobierno como "Fuera dictaduras chavistas" o "defendamos nuestra democracia", en la tarde eran los seguidores de Zelaya los que ponían el grito en el cielo con acusaciones de "golpista" al nuevo presidente.
"Nosotros lo elegimos (a Zelaya) y solo nosotros lo podemos sacar. Esto fue un complot", comentó a Efe Mariela Salinas, una estudiante de 18 años.
El nuevo presidente de Honduras, Roberto Micheletti, ignoró hoy el cada vez mayor clamor internacional para que el depuesto Manuel Zelaya sea restituido, mientras en las calles de Tegucigalpa se agudizaba la polarización con manifestaciones a favor y en contra del golpe militar del domingo.
El mandatario interino insistió hoy en que la expulsión de Zelaya del país por el Ejército y su destitución por el Congreso no supusieron una ruptura del orden constitucional e incluso amenazó con detenerle, si cumple su promesa de regresar el jueves a Honduras.
Micheletti, que recibió el apoyo de unos pocos miles de hondureños en Tegucigalpa, anunció incluso una ofensiva diplomática para explicar la crisis que vive el país y "recuperar la confianza" de la comunidad internacional.
Sin embargo, esto no ha aflojado la presión mundial en su contra.
Hoy se sumaron al rechazo al nuevo Gobierno hondureño el Banco Mundial (BM) y Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que anunciaron la suspensión de sus respectivas actividades crediticias con Honduras con motivo del golpe militar.
Entretanto, Zelaya continuó su periplo internacional, ahora en Estados Unidos, donde acudió a las Naciones Unidas y a la Organización de Estados Americanos (OEA) para mantener la presión sobre los golpistas.
La Asamblea General de la ONU, reunida para tratar el caso de Honduras, aprobó hoy por aclamación una resolución en la que pide la "inmediata e incondicional" restitución de Zelaya como presidente "legítimo y constitucional" de Honduras.
"Esta resolución expresa la indignación del pueblo de Honduras y del resto de la comunidad internacional", dijo el depuesto gobernante de Honduras al dirigirse a la Asamblea poco después de la aprobación unánime de esa resolución.
A continuación se dirigió hacia Washington, donde la Asamblea General de la OEA celebraba una sesión extraordinaria para examinar los próximos pasos a seguir en respuesta a la crisis desatada en Honduras.
Antes de la reunión, el embajador hondureño ante el organismo regional, Carlos Sosa, anunció que pediría el apoyo de éste para el retorno de Zelaya a su país.
El depuesto mandatario se propone regresar a Honduras, acompañado por el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, la presidenta argentina, Cristina Fernández, el titular de la Asamblea General de la ONU, Miguel D'Escoto, y quizás el jefe de Estado de Ecuador, Rafael Correa, que está estudiando la posibilidad.
Sin embargo, Micheletti le advirtió hoy que si ponía un pie en el país sería detenido, ya que "se tendrá que enfrentar con las diferentes órdenes de captura que tiene" en su contra.
Ante esto, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, reiteró que una "agresión" contra Zelaya obligaría a una "intervención militar de Naciones Unidas" en Honduras.
A nivel de Latinoamérica, región que se ha unido sin fisuras en favor de la restitución de Zelaya gobernante legítimo de Honduras, hoy la Alianza de Comunidades Caribeñas y Latinoamericanas (NALACC, por su sigla en inglés) se sumó a las condenas al golpe militar expresadas previamente por la ALBA, la Unasur, el Grupo de Río, el SICA, el Mercosur y la Caricom.
Los únicos matices a la posición unánime de la región frente a lo que la mayoría denomina como "golpe de Estado" vinieron de la mano del presidente colombiano, Álvaro Uribe, y del mandatario electo de Panamá, Ricardo Martinelli, que mañana asumirá el poder en su país.
Uribe defendió el principio de la "no intervención" externa ante la crisis política en Honduras y en el mismo sentido se pronunció Martinelli, quien abogó por que los hondureños "entre ellos resuelvan sus diferencias".
Otros países, como México, Chile y El Salvador, comenzaron a aplicar el aislamiento diplomático al nuevo Gobierno llamando a consultas a sus representantes diplomáticos en Tegucigalpa.
El Gobierno de España pidió a sus socios de la Unión Europea (UE) que dispongan la misma media en bloque de forma "urgente" para mostrar la "firmeza" en la condena del golpe militar.
Sin embargo, Estados Unidos rechazó por el momento retirar a su embajador porque, según el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, considera "importante tener un representante sobre el terreno en la búsqueda de una solución" a la crisis desatada.
Precisamente, el Gobierno de Estados Unidos se ha convertido en el primer objetivo de Micheletti para empezar a ganarse el reconocimiento mundial.
El nuevo gobernante hondureño, nombrado por el Congreso el domingo tras la expulsión de Zelaya por los militares, anunció que enviaría a Washington a su canciller Enrique Ortez y a una delegación de diputados, abogados y empresarios.
Sin embargo, no precisó con qué funcionarios o instituciones se entrevistarán, dado el rechazo al golpe manifestado por la Casa Blanca.
La misión pretende explicar que "no hubo ningún golpe de Estado, sino una sustitución constitucional", ante el incumplimiento de la Carta Magna por parte de Zelaya al convocar una consulta popular para dar inicio a un proceso de reforma de la Constitución, según sus críticos para continuar en el poder.
Micheletti reiteró que el 29 de noviembre próximo habrá elecciones presidenciales y no tuvo empacho en invocar la democracia ante unos 5.000 simpatizantes que se concentraron en el centro de la capital para manifestarle su apoyo y repudiar al depuesto jefe de Estado.
Los manifestantes, convocados por la Unión Cívica Democrática (UCD), organización formada por políticos, empresarios, iglesias y organizaciones sociales, cargaron contra los medios internacionales porque consideran que están dando información sesgada.
Los seguidores del nuevo Gobierno insistieron en que el domingo "no hubo un golpe de Estado" y en que los que apoyan a Zelaya son "una minoría".
Si a primera hora el céntrico Parque Central se llenaba con pancartas de apoyo al Gobierno como "Fuera dictaduras chavistas" o "defendamos nuestra democracia", en la tarde eran los seguidores de Zelaya los que ponían el grito en el cielo con acusaciones de "golpista" al nuevo presidente.
"Nosotros lo elegimos (a Zelaya) y solo nosotros lo podemos sacar. Esto fue un complot", comentó a Efe Mariela Salinas, una estudiante de 18 años.