Unas 500.000 empleadas de servicio doméstico o auxiliares para la atención de ancianos, la mayoría de Europa del Este y parte de América Latina, serán legalizadas en Italia, según una disposición aprobada recientemente por el gobierno de derecha de Silvio Berlusconi.
La legalización de esta franja de trabajadores, esenciales en Italia para el cuidado de ancianos, fue decidida por presión del ministro para la Seguridad Social, Maurizio Sacconi, y se iniciará a partir de septiembre.
El fenómeno de las cuidadoras de ancianos afecta a todos los estratos sociales debido a la ausencia de instituciones para ancianos y de un sistema de asistencia eficaz.
Según el informe anual Migrantes de la organización católica Caritas, en Italia trabajan unas 600.000 cuidadoras legalmente y otras 500.000 ilegalmente, con un sueldo promedio de 880 euros por cerca 42 horas de trabajo semanales.
La enmienda aprobada el 15 de julio por el Gobierno prevé el pago de 500 euros para obtener la legalización de la cuidadora que trabaje desde hace más de tres meses en una familia con una renta anual superior a los 20.000 euros.
"La mayoría vienen de los países del Este, pero también hay latinoamericanas, peruanas y ecuatorianas", aseguró a la AFP Alessandro Iapino, de la Asociación Cristiana Trabajadores Italianos (Acli).
Entre las latinoamericanas se cuenta con un buen número de peruanas y ecuatorianas, entre el 3 y 4%, según estimaciones basadas en varias investigaciones.
El parlamento italiano aprobó el pasado 2 de julio un controvertido paquete de medidas que endurece la política contra la inmigración e introduce el delito de inmigración clandestina, así como la expulsión al país de origen.
La mano dura contra la inmigración ilegal decidida por el gobierno de Berlusconi afectaba a las miles de inmigrantes ilegales que trabajan como niñeras, empleadas domésticas o acompañantes de ancianos en toda Italia, lo que alarmó a cientos de familias y obligó a introducir la enmienda.
"Recibimos unas 50 llamadas al día", sostiene una de las oficinas de información del sindicato de empleadas domésticas UIL.
Hasta algunos ministros reconocieron que sus propios padres o abuelos solían contar con una asistente extranjera en casa.
La comunidad de empleadas latinoamericanas es una de las más apreciadas por su dedicación al anciano o a los niños en Italia, donde lleva presente desde hace unos veinte años en este tipo de labores.
"Tengo mis papeles en regla, traje a mi hija hace tres años y sigo mandando dinero para mi madre a Lima, aunque no le dan la visa para vivir aquí", contó la peruana Cecilia, de unos 40 años.
"Algunas tienen miedo de ser expulsadas o de perder el trabajo porque el que les da trabajo no puede pagar todo lo requerido, vacaciones, seguros, primas, etc", asegura una empleada del centro de información sindical de la central UIL.
Entre las comunidades más arraigadas en estas labores figuran las filipinas, rumanas, moldavas o ucranianas, algunas de ellas enfermeras en su propio país.
"Dejé un marido y dos hijos en Resina, Moldavia. Soy enfermera, pero aquí soy clandestina, un fantasma", denunció desesperada Maria L. al diario romano Il Messaggero.
En un país con un elevado porcentaje de ancianos, --cerca del quinto de la población sobre unos 60 millones de habitantes es mayor de 65 años--, la disposición fue bien recibida.
Las solicitudes deberán ser presentadas por internet directamente a la oficina de inmigración.
Tal proceso es muy lento y se suma al de los demás trabajadores, estudiantes y diplomáticos que, si bien residen legalmente en Italia, no tienen aún documentos válidos debido a la demora en los trámites. AFP
La legalización de esta franja de trabajadores, esenciales en Italia para el cuidado de ancianos, fue decidida por presión del ministro para la Seguridad Social, Maurizio Sacconi, y se iniciará a partir de septiembre.
El fenómeno de las cuidadoras de ancianos afecta a todos los estratos sociales debido a la ausencia de instituciones para ancianos y de un sistema de asistencia eficaz.
Según el informe anual Migrantes de la organización católica Caritas, en Italia trabajan unas 600.000 cuidadoras legalmente y otras 500.000 ilegalmente, con un sueldo promedio de 880 euros por cerca 42 horas de trabajo semanales.
La enmienda aprobada el 15 de julio por el Gobierno prevé el pago de 500 euros para obtener la legalización de la cuidadora que trabaje desde hace más de tres meses en una familia con una renta anual superior a los 20.000 euros.
"La mayoría vienen de los países del Este, pero también hay latinoamericanas, peruanas y ecuatorianas", aseguró a la AFP Alessandro Iapino, de la Asociación Cristiana Trabajadores Italianos (Acli).
Entre las latinoamericanas se cuenta con un buen número de peruanas y ecuatorianas, entre el 3 y 4%, según estimaciones basadas en varias investigaciones.
El parlamento italiano aprobó el pasado 2 de julio un controvertido paquete de medidas que endurece la política contra la inmigración e introduce el delito de inmigración clandestina, así como la expulsión al país de origen.
La mano dura contra la inmigración ilegal decidida por el gobierno de Berlusconi afectaba a las miles de inmigrantes ilegales que trabajan como niñeras, empleadas domésticas o acompañantes de ancianos en toda Italia, lo que alarmó a cientos de familias y obligó a introducir la enmienda.
"Recibimos unas 50 llamadas al día", sostiene una de las oficinas de información del sindicato de empleadas domésticas UIL.
Hasta algunos ministros reconocieron que sus propios padres o abuelos solían contar con una asistente extranjera en casa.
La comunidad de empleadas latinoamericanas es una de las más apreciadas por su dedicación al anciano o a los niños en Italia, donde lleva presente desde hace unos veinte años en este tipo de labores.
"Tengo mis papeles en regla, traje a mi hija hace tres años y sigo mandando dinero para mi madre a Lima, aunque no le dan la visa para vivir aquí", contó la peruana Cecilia, de unos 40 años.
"Algunas tienen miedo de ser expulsadas o de perder el trabajo porque el que les da trabajo no puede pagar todo lo requerido, vacaciones, seguros, primas, etc", asegura una empleada del centro de información sindical de la central UIL.
Entre las comunidades más arraigadas en estas labores figuran las filipinas, rumanas, moldavas o ucranianas, algunas de ellas enfermeras en su propio país.
"Dejé un marido y dos hijos en Resina, Moldavia. Soy enfermera, pero aquí soy clandestina, un fantasma", denunció desesperada Maria L. al diario romano Il Messaggero.
En un país con un elevado porcentaje de ancianos, --cerca del quinto de la población sobre unos 60 millones de habitantes es mayor de 65 años--, la disposición fue bien recibida.
Las solicitudes deberán ser presentadas por internet directamente a la oficina de inmigración.
Tal proceso es muy lento y se suma al de los demás trabajadores, estudiantes y diplomáticos que, si bien residen legalmente en Italia, no tienen aún documentos válidos debido a la demora en los trámites. AFP