miércoles, 20 de enero de 2010

Obama, el presidente que todavía no logra trasformar a EE.UU.


Hace un año era el nuevo Abraham Lincoln o tal vez otro Franklin D. Roosevelt llamado a transformar EE.UU. Hoy el presidente Barack Obama es un comandante en jefe en guerra que se esfuerza para que la oposición y los desencantados no lo pongan en el mismo casillero que Jimmy Carter, el ex mandatario demócrata cuyo gobierno fue un abismal fracaso.

Ha mejorado el rostro de EE.UU. hacia el mundo y tiene predilección por el diálogo y los compromisos, son algunos logros que los demócratas insisten en defender, pero la recesión que sufre el país ha puesto cuesta arriba su promesa de mejorar la economía y devolver a los estadounidenses sus fuentes de empleo.

Por el contrario desde que asumió el poder un millón 400 mil empleos más se han perdido. Su popularidad apenas roza el 50 por ciento y una encuesta realizada por el Nacional Journal reveló que la mitad no votarían por Obama si las elecciones se harían esta semana.

Hay quienes lo acusan de ambicioso en su agenda. “No puedo estar más que en desacuerdo. Si de algo carece la administración de Obama no es de ambición sino de falta de estrategia y de cálculo político en asuntos como el estímulo económico que fue muy pobre”, escribe el premio Nobel de economía, Paul Krugman.

La reforma de salud aún sin veredicto final es uno de los logros más importantes de Obama en su primer año en la Casa Blanca, sin embargo a muchos dejó frustrados por que el Mandatario no se rasgó la camisa por el seguro salud pública para contrarrestar el imparable aumento de los costos de los servicios médicos.

Con una nueva estrategia para Afganistán, abundante en incertidumbres, el propio Obama ha reconocido que “el país está en todo el derecho de sentirse desesperanzado”.

Según Susan Kaufman, directora Centro de Política Hemisférica Universidad de Miami, Obama “aún mantiene su meta de retirarse de Irak, pero será un proceso más gradual. De ser la guerra ‘correcta’, Afganistán pasó a ser una guerra problemática”.

“Obama parece menos un Mesías y más una víctima de sus expectativas irreales, abultadas en parte por una campaña muy focalizada en un culto a la personalidad”, escribe en el Daily News Sean Wilentz, profesor de historia de Princenton University.

Mientras Lincoln en su primer año armó el rompecabezas para proclamar la emancipación y Ronald Reagan completó su reforma de impuestos, “a Obama le está tomando más tiempo volver a poner al tren del país en el carril correcto”, insiste Wilentz.

En su contra pesa una frágil mayoría demócrata en el congreso y en el senado. El problema como lo ven los analistas políticos es que el poder legislativo en parte descansa sobre los hombros de demócratas conservadores.

Estos congresistas desbarataron la reforma de salud que buscaba detener el imparable abuso de los seguros privados. También le han advertido que “ni sueñe” con una ley que regule a la reducción de las emisiones de carbono que están afectando al cambio climático.

Para David Gergen, ex asesor republicano y demócrata, “una de las lecciones de Obama en su primer año es que EE.UU. está sufriendo de un intenso nivel de ansiedad y el país no tiene deseos de avanzar por una dirección muy liberal. No supo darse cuenta a tiempo que la economía lo dominaría todo”.

Sus adversarios y los los mismos demócratas se quejan de que es “demasiado calmado y carente de pasión”. Obama visiblemente harto de esas críticas hace poco salió a defenderse: “tengo que hacerles una confesión, hay momentos en los que no soy tan calmado… hay ocasiones cuando los progresos son tan lentos y cuando se dicen palabras que me lastiman y las espinan hieren. El cambio es dolorosamente lento y en ese camino tengo que confrontar mis propias dudas”.

No es muy claro por dónde irá su segundo año, pero como dice Robert Borosage, vice director de la Campaign for American`s Future “un año es demasiado pronto para medir a un presidente, más cuando algo menos de la mitad de sus funcionarios políticos aún no han sido nombrados”.

Precisamente hoy es un día hecho para marcar políticamente su futuro. Hasta este momento no se sabe quién es el ganador para el puesto de senador en Massachusetts. De ganar los republicanos en ese estado el próximo noviembre se teme un terremoto político devastador para Obama y los demócratas.