El primero de marzo 2008, Colombia atacó un destacamento guerrillero en Angostura (Sucumbíos) para acabar con el segundo al mando de las FARC, ‘Raúl Reyes’. Ese hecho enfureció a Correa, quien decidió romper relaciones con Bogotá, situación que recién empieza a normalizarse. En esos días, EE.UU. fue objeto de las críticas públicas del Jefe de Estado por su apoyo a la acción colombiana.
Los cables dan cuenta de encuentros entre el Presidente y la entonces embajadora de EE.UU., Linda Jewell. En un correo de la Embajada en Quito, que data del 3 de marzo, día en que se llamó a consultas al Embajador en Colombia, Correa contó a Jewell su intención de visitar otros países de la región para obtener su respaldo.
En esas reuniones, el Presidente reiteró que el Gobierno no tenía lazos con las FARC, pero también solicitaba apoyo a Washington. “Correa expresó su descontento con las declaraciones del portavoz del departamento, calificándolas de ‘tibias’. Dijo que esperaba que declarara que EE.UU. apoyara la legislación internacional y condenara la agresión”, dice la comunicación diplomática.
‘Hecho patético’
El 13 de marzo, la Embajada estadounidense envió un correo a Washington sobre otra reunión entre Correa y Jewell. En este encuentro, según reportó ‘Semana’, Correa “dejó claro que quiere seguir trabajando con los EE.UU.”. La Embajada, por su parte, le aseguró que los militares estadounidenses de la Base de Manta no tuvieron nada que ver con el operativo.
Correa explicó “que no era que su Gobierno estuviera tolerando a las FARC o las dejara permanecer en Ecuador”. Además, se quejó de la falta de recursos y de personal para responder a los retos que supone la frontera. “Citó el hecho patético, incluso humillante, de que el Ejército ecuatoriano no tenía un helicóptero de trabajo para movilizarse rápidamente a la escena, y que el sistema de radar era inoperable”, escribe la Embajada.
La CIA en inteligencia
Correa se enfureció cuando supo que el ecuatoriano Franklin Aisalla había fallecido en el campamento y sobre todo porque se enteró por la prensa. Su molestia se debió a que inteligencia militar no fue la fuente y acusó a esos organismos de estar infiltrados por la CIA. Incluso, advirtió sobre la posibilidad de que él fuera asesinado. “No quiero morir todavía. Ya basta de servicios de inteligencia financiados por EE.UU.”, dijo. La Embajadora habló con el entonces director de la Policía, Fernando Bustamante, con quien era el ministro de Defensa, Wellington Sandoval, y el subsecretario de Defensa, Miguel Carvajal. Jewell les preguntó por qué no habían tramitado las dudas por canales diplomáticos. Al poco tiempo, según los cables, “Correa regresó la llamada de forma muy cordial y admitió que sabía que el Gobierno de EE.UU. no actuaba en su contra”.
Correa visitó primero Perú para lograr el respaldo de Alan García. Hubo foto y estrechón de manos. Sin embargo, en un cable diplomático enviado por la representación de Washington en Lima, el 5 de marzo de 2008, aparece un título que dice: “Perú simpatiza con Colombia”.
La interpretación estadounidense sobre lo ocurrido era que García buscara junto a Brasil una salida “equilibrada”, pues Perú era consciente de lo que significaba la amenaza “terrorista” en su territorio.
Esta semana también se reveló que EE.UU. consideraba como “extremadamente” remota la confrontación bélica entre Colombia y Ecuador.