Tras una de las negociaciones más largas que se recuerda en la política holandesa -16 horas seguidas- el Gobierno holandés ha caído esta madrugada por un desencuentro anunciado: la duración de su misión militar en Afganistán. Socialdemócratas y democristianos, fuerzas mayoritarias de la coalición de centro izquierda ahora frustrada, mantenían posturas opuestas sobre la presencia de 1.600 soldados en la provincia del Uruzgán, al sur del país.
Para poder gobernar juntos, en 2006 pactaron seguir allí bajo mandato de la OTAN hasta diciembre de 2010. De ahí que la ruptura haya sorprendido por la hondura de su falta de confianza mutua, y la coyuntura económica mundial. A la sombra de la crisis, puede haber un ajuste presupuestario nacional de gran calado para 2011. Un ejercicio difícil de cuadrar, y que podría frenar el atisbo de recuperación logrado tras cuatro años seguidos de estancamiento. Además, en un país acostumbrado al pacto, el escenario político se ha convertido en un agitado caladero donde bracean ya al menos cinco partidos. Entre ellos, y muy visible, el liderado por Geert Wilders, líder populista de derecha contrario al Islam. Desde el punto de vista técnico, la situación es más clara. Balkenende presentará hoy su dimisión a la reina Beatriz y los socialdemócratas abandonarán el Ejecutivo. Dentro de 83 días, es decir, para mayo próximo, se convocarán elecciones anticipadas.
Agotado y abatido, no en vano despedía su cuarto gabinete desde 2002, Balkenende anunció cerca de las 5 de la madrugada "las diferencias irreconciliables" que forzaban la partida. Para él, y para sus socios calvinistas, el pequeño grupo que cerraba la coalición fallida, seguir el Afganistán era una cuestión de "responsabilidad internacional". También de prestigio y de no perder comba, ahora que Estados Unidos está embarcado en su mayor ofensiva contra los talibanes. "Donde no hay confianza es imposible seguir adelante", dijo, con un gesto que delataba su hartazgo. El vicepresidente y ministro de Finanzas, el socialdemócrata Wouter Bos, lo presentó de un modo más épico. "Nuestros soldados marcharon a Afganistán creyendo que regresarían a finales de 2010. Nuestros socios en el Gobierno no han querido respetar ese acuerdo, y por eso hemos decidido dimitir", dijo. Su postura, firme en un político conocido por haber tomado en el pasado decisiones inesperadas en momentos críticos, tiene aún otra interpretación.
Las elecciones municipales, en principio unos comicios poco vistosos, le auguran grandes pérdidas a la socialdemocracia. Las legislativas, originalmente previstas para 2011, arrojaban la misma previsión sombría. Así que una voz de mando sobre una misión como la afgana, que el 66% de los holandeses quiere concluir lo antes posible, podría ganarle votos. Para la OTAN, que había ofrecido a Holanda el adiestramiento de la policía afgana durante un año más, la situación es incomprensible. Aunque sin reacción oficial, el ambiente en su seno es de asombro al ver que los holandeses no han sido capaces de arreglarse. Y que dejan en el aire asuntos como el envío de aviones de combate F-16. O la sensación, todavía peor, de que se allana el terreno al avance talibán.(El País)
Para poder gobernar juntos, en 2006 pactaron seguir allí bajo mandato de la OTAN hasta diciembre de 2010. De ahí que la ruptura haya sorprendido por la hondura de su falta de confianza mutua, y la coyuntura económica mundial. A la sombra de la crisis, puede haber un ajuste presupuestario nacional de gran calado para 2011. Un ejercicio difícil de cuadrar, y que podría frenar el atisbo de recuperación logrado tras cuatro años seguidos de estancamiento. Además, en un país acostumbrado al pacto, el escenario político se ha convertido en un agitado caladero donde bracean ya al menos cinco partidos. Entre ellos, y muy visible, el liderado por Geert Wilders, líder populista de derecha contrario al Islam. Desde el punto de vista técnico, la situación es más clara. Balkenende presentará hoy su dimisión a la reina Beatriz y los socialdemócratas abandonarán el Ejecutivo. Dentro de 83 días, es decir, para mayo próximo, se convocarán elecciones anticipadas.
Agotado y abatido, no en vano despedía su cuarto gabinete desde 2002, Balkenende anunció cerca de las 5 de la madrugada "las diferencias irreconciliables" que forzaban la partida. Para él, y para sus socios calvinistas, el pequeño grupo que cerraba la coalición fallida, seguir el Afganistán era una cuestión de "responsabilidad internacional". También de prestigio y de no perder comba, ahora que Estados Unidos está embarcado en su mayor ofensiva contra los talibanes. "Donde no hay confianza es imposible seguir adelante", dijo, con un gesto que delataba su hartazgo. El vicepresidente y ministro de Finanzas, el socialdemócrata Wouter Bos, lo presentó de un modo más épico. "Nuestros soldados marcharon a Afganistán creyendo que regresarían a finales de 2010. Nuestros socios en el Gobierno no han querido respetar ese acuerdo, y por eso hemos decidido dimitir", dijo. Su postura, firme en un político conocido por haber tomado en el pasado decisiones inesperadas en momentos críticos, tiene aún otra interpretación.
Las elecciones municipales, en principio unos comicios poco vistosos, le auguran grandes pérdidas a la socialdemocracia. Las legislativas, originalmente previstas para 2011, arrojaban la misma previsión sombría. Así que una voz de mando sobre una misión como la afgana, que el 66% de los holandeses quiere concluir lo antes posible, podría ganarle votos. Para la OTAN, que había ofrecido a Holanda el adiestramiento de la policía afgana durante un año más, la situación es incomprensible. Aunque sin reacción oficial, el ambiente en su seno es de asombro al ver que los holandeses no han sido capaces de arreglarse. Y que dejan en el aire asuntos como el envío de aviones de combate F-16. O la sensación, todavía peor, de que se allana el terreno al avance talibán.(El País)