La historia de la negociación de los contratos petroleros duró 89 días. Y ahora el Gobierno exhibe como trofeo un beneficio que, en sus cálculos matemáticos, suma un total de 3.171 millones de dólares a partir de 2011.
Wilson Pástor lució como la cabeza del equipo negociador. Pero nadie ignora que todas sus movidas fueron monitoreadas por el propio presidente Rafael Correa. Los dos mantuvieron contacto telefónico permanente. Los dos dirigieron el rumbo de la nueva relación contractual, que debían ejecutarla, en el papel, los cuatro miembros del equipo negociador. Ninguno de ellos cumplió con lo que dice el Código de Trabajo: su labor empezaba a las 08:00 y terminaba a las 02:00 del siguiente día.
Hubo compañías con las cuales se reunieron una y otra vez. Con Repsol hubo al menos 12 citas justificadas por ser el caso más complejo: con ella se inauguraron las negociaciones y con ella se cerraron a última hora. El punto de discordia fue la tarifa. La compañía pedía 40 dólares por barril y Pástor ofrecía menos de 35. Ese nudo gordiano se destrabó con una consulta directa a la Presidencia.
Eran las 20:00 del lunes último cuando dos delegados de Repsol y sus asesores acudieron a Carondelet. La conversación se extendió hasta la medianoche y siguió hasta la tarde del siguiente día, horas antes de que termine el plazo.
El Gobierno cedió un poco al decidir pagar a la compañía 35,95 dólares por cada barril extraído del Bloque 16. Antes le pagaba 33,22. “Elevar la tarifa a esta compañía se justificaba, porque ofreció una inversión elevada de $ 293 millones” -dijo una fuente muy cercana a la negociación- y dejará un beneficio de $ 349 millones”.
El hombre clave para cerrar los acuerdos fue Francisco Rosero, el asesor presidencial en asuntos petroleros. Él desenredó el lío con Repsol y los contratos con las empresas chinas. Todo fue a última hora, ya que hasta el domingo, 48 horas antes de que finalice el plazo, no había acuerdos con PetroOriental ni Andes Petróleum.
El diálogo se rompió cuando el ministro Pástor quería pagar 4 dólares menos por barril a PetroOriental. La propuesta asustó a la compañía que vio una tabla de salvación en el nivel político. Los ejecutivos llegaron el domingo a la Presidencia dispuestos a finiquitar el contrato o a irse: era la última oportunidad.
Altos funcionarios de la Presidencia como Alexis Mera y Francisco Rosero, conversaron con Pástor -según fuentes gubernamentales. La propuesta fue pagar a PetroOriental 41 dólares por barril; es decir, 3 por debajo de la tarifa anterior que era de 44. Esto en los cálculos, siempre optimistas del Gobierno, suma a favor del Estado un beneficio de 236 millones de dólares.
Cuando los miembros del equipo negociador pensaban que por fin iban a dormir una noche completa, apareció Andes Petróleum decidida a no aceptar la propuesta de bajar la tarifa. La compañía quería que se siga pagando 35,83 dólares por barril, cifra que no le convenía al Estado. Las buenas relaciones con China primaron y Carondelet decidió pagar 35 dólares por barril hasta 2025.
Con la tarifa no todo estaba resuelto. De pronto, las compañías querían que las controversias sean resueltas en el Ciadi (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, del Banco Mundial), propuesta de la que el Gobierno no quería ni oír desde el inicio de las negociaciones. Esta diferencia fue resuelta en el Hotel Marriott, en Quito, donde el equipo negociador convenció a las compañías de renunciar a todo arbitraje internacional relacionado con las caducidades de los contratos. Esta precisión la hizo ayer Wilson Pástor.
Para él, la negociación con las compañías grandes ha terminado exitosamente y ahora viene el proceso con las empresas pequeñas.
Wilson Pástor lució como la cabeza del equipo negociador. Pero nadie ignora que todas sus movidas fueron monitoreadas por el propio presidente Rafael Correa. Los dos mantuvieron contacto telefónico permanente. Los dos dirigieron el rumbo de la nueva relación contractual, que debían ejecutarla, en el papel, los cuatro miembros del equipo negociador. Ninguno de ellos cumplió con lo que dice el Código de Trabajo: su labor empezaba a las 08:00 y terminaba a las 02:00 del siguiente día.
Hubo compañías con las cuales se reunieron una y otra vez. Con Repsol hubo al menos 12 citas justificadas por ser el caso más complejo: con ella se inauguraron las negociaciones y con ella se cerraron a última hora. El punto de discordia fue la tarifa. La compañía pedía 40 dólares por barril y Pástor ofrecía menos de 35. Ese nudo gordiano se destrabó con una consulta directa a la Presidencia.
Eran las 20:00 del lunes último cuando dos delegados de Repsol y sus asesores acudieron a Carondelet. La conversación se extendió hasta la medianoche y siguió hasta la tarde del siguiente día, horas antes de que termine el plazo.
El Gobierno cedió un poco al decidir pagar a la compañía 35,95 dólares por cada barril extraído del Bloque 16. Antes le pagaba 33,22. “Elevar la tarifa a esta compañía se justificaba, porque ofreció una inversión elevada de $ 293 millones” -dijo una fuente muy cercana a la negociación- y dejará un beneficio de $ 349 millones”.
El hombre clave para cerrar los acuerdos fue Francisco Rosero, el asesor presidencial en asuntos petroleros. Él desenredó el lío con Repsol y los contratos con las empresas chinas. Todo fue a última hora, ya que hasta el domingo, 48 horas antes de que finalice el plazo, no había acuerdos con PetroOriental ni Andes Petróleum.
El diálogo se rompió cuando el ministro Pástor quería pagar 4 dólares menos por barril a PetroOriental. La propuesta asustó a la compañía que vio una tabla de salvación en el nivel político. Los ejecutivos llegaron el domingo a la Presidencia dispuestos a finiquitar el contrato o a irse: era la última oportunidad.
Altos funcionarios de la Presidencia como Alexis Mera y Francisco Rosero, conversaron con Pástor -según fuentes gubernamentales. La propuesta fue pagar a PetroOriental 41 dólares por barril; es decir, 3 por debajo de la tarifa anterior que era de 44. Esto en los cálculos, siempre optimistas del Gobierno, suma a favor del Estado un beneficio de 236 millones de dólares.
Cuando los miembros del equipo negociador pensaban que por fin iban a dormir una noche completa, apareció Andes Petróleum decidida a no aceptar la propuesta de bajar la tarifa. La compañía quería que se siga pagando 35,83 dólares por barril, cifra que no le convenía al Estado. Las buenas relaciones con China primaron y Carondelet decidió pagar 35 dólares por barril hasta 2025.
Con la tarifa no todo estaba resuelto. De pronto, las compañías querían que las controversias sean resueltas en el Ciadi (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, del Banco Mundial), propuesta de la que el Gobierno no quería ni oír desde el inicio de las negociaciones. Esta diferencia fue resuelta en el Hotel Marriott, en Quito, donde el equipo negociador convenció a las compañías de renunciar a todo arbitraje internacional relacionado con las caducidades de los contratos. Esta precisión la hizo ayer Wilson Pástor.
Para él, la negociación con las compañías grandes ha terminado exitosamente y ahora viene el proceso con las empresas pequeñas.