RÍO DE JANEIRO. El Brasil, efervescente mercado de consumo con enorme potencial, atrae un multimillonario flujo de inversiones productivas y especulativas, que plantearán al próximo presidente el desafío de mantener la estabilidad de la moneda local.
Según datos oficiales, el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva culminará el próximo 1.° de enero, tras ocho años de sostener las riendas de la primera economía latinoamericana, con 29 millones de personas que dejaron la pobreza para integrarse a la clase media de este país de 190 millones de habitantes.
Los niveles de desempleo son históricamente bajos (6,7%), el Producto Interno Bruto (PIB) tendrá una expansión estimada de 7,5% este año y la inflación está bajo control.
En la bolsa de valores de São Paulo, el volumen medio diario negociado crece sostenidamente: en julio obtuvo unos $3 000 millones y en octubre alcanzó los $5 000 millones; del total de inversionistas, un 28,7% es de extranjeros.
En los primeros 24 días de septiembre, la economía brasileña registró el ingreso neto de $14 456 millones. Las cifras no incluyen el balance de la exitosa capitalización de la estatal petrolera Petrobras, que captó más de $71 000 millones en los mercados local y neoyorquino, aunque buena parte vinieron del Estado brasileño.
En 2010, la inversión extranjera directa, la que queda en el país para emprendimientos productivos, rondará los $30 000 millones y saltará a $45 000 millones en 2011, según el Banco Central.
El panorama se presenta más que alentador para el próximo presidente, que los brasileños elegirán este domingo entre la oficialista Dilma Rousseff y el socialdemócrata José Serra.
Los dos postulantes, inmersos en una campaña que apela mucho más a lo emocional que a lo concreto de las propuestas, tienen el reto no solo de mantener o mejorar los índices económicos que Lula ha alcanzado, sino también sostener su moneda local, el real, cuya cotización sube mientras el dólar baja, hecho que podría a futuro afectar sus exportaciones. (AFP)
Según datos oficiales, el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva culminará el próximo 1.° de enero, tras ocho años de sostener las riendas de la primera economía latinoamericana, con 29 millones de personas que dejaron la pobreza para integrarse a la clase media de este país de 190 millones de habitantes.
Los niveles de desempleo son históricamente bajos (6,7%), el Producto Interno Bruto (PIB) tendrá una expansión estimada de 7,5% este año y la inflación está bajo control.
En la bolsa de valores de São Paulo, el volumen medio diario negociado crece sostenidamente: en julio obtuvo unos $3 000 millones y en octubre alcanzó los $5 000 millones; del total de inversionistas, un 28,7% es de extranjeros.
En los primeros 24 días de septiembre, la economía brasileña registró el ingreso neto de $14 456 millones. Las cifras no incluyen el balance de la exitosa capitalización de la estatal petrolera Petrobras, que captó más de $71 000 millones en los mercados local y neoyorquino, aunque buena parte vinieron del Estado brasileño.
En 2010, la inversión extranjera directa, la que queda en el país para emprendimientos productivos, rondará los $30 000 millones y saltará a $45 000 millones en 2011, según el Banco Central.
El panorama se presenta más que alentador para el próximo presidente, que los brasileños elegirán este domingo entre la oficialista Dilma Rousseff y el socialdemócrata José Serra.
Los dos postulantes, inmersos en una campaña que apela mucho más a lo emocional que a lo concreto de las propuestas, tienen el reto no solo de mantener o mejorar los índices económicos que Lula ha alcanzado, sino también sostener su moneda local, el real, cuya cotización sube mientras el dólar baja, hecho que podría a futuro afectar sus exportaciones. (AFP)