viernes, 2 de septiembre de 2011

En Libia, la escasez no mata la ilusión de tener un país libre

Gracias a Dios, Libia es libre, reza un grafiti recién pintado sobre una pared de Dreby, un barrio de 20 000 habitantes de clase media baja de esta capital, que lentamente parece recobrar vida.

Después de más de una semana de terror por la presencia de francotiradores y otras milicias civiles gadafistas, de calles desiertas y persianas cerradas, de emergencia humanitaria en ciernes, se ven varios negocios abiertos.

Una zapatería, una boutique, una juguetería que exhibe triciclos, pelotas y toboganes de plástico; una tienda de ropa -vestimenta que parece del siglo pasado-, y hasta una pequeña joyería.

Mientras hay quien forma fila ante una cisterna para recargar bidones con agua -los cortes de luz siguen a la orden del día- o para comprar pan, hay personas con tarros de pintura roja, negra y verde que hacen grafitis y banderas que celebran el inicio de una nueva era sin Muamar el Gadafi.

Sí, la vida no es fácil ahora, pero la gente no se deja desmoralizar por el desabastecimiento y las dificultades. Hoy, que se cumplen dos semanas del inicio de la hasta hace poco inimaginable caída de Trípoli, lo importante es el futuro.

Antes del derrumbe del Régimen, 20 litros de nafta costaban tres dinares (aproximadamente 2  dólares). Ahora, con los precios que se han disparado debido a la parálisis que trajo la guerra, 20 litros de combustible, si es que se consiguen, cuestan 120 dinares.

Pese a esto, lo que reina en este país, de seis millones de habitantes, es una inmensa esperanza por el incipiente comienzo de una nueva etapa, por un futuro que buena parte de los libios ve como resplandeciente.

En este marco, muchos parecen confiar en el desempeño del Consejo Nacional de Transición (CNT), que ya comenzó a trasladarse desde Bengasi a esta capital y que anunció que, a los 30 días de haber completado la mudanza, comenzará con la formación de un Gobierno provisional.

“Escuché en la radio que el CNT mandará un buque petrolero hasta Trípoli y entregará nafta gratis a la población para compensarnos de este desabastecimiento”, dice  Ahmed, estudiante de ingeniería de petróleo, a La Nación.

“Este es un país riquísimo, somos pocos habitantes; Gadafi siempre se robó nuestro petróleo para compartirlo solo con sus hijos o con sus clanes amigos, pero ahora todo esto va a cambiar. Empieza otra era, somos libres ahora”, indica Ibrahim, miembro de un recién nacido comité vecinal del barrio de Dreby.

Desde que comenzó la revolución para derrocar al coronel, el 17 de febrero, Ibrahim cuenta que en este barrio se organizaron informalmente para autoprotegerse y brindar seguridad a sus familias, de acuerdo con una iniciativa del  CNT, que se preparaba así para su desembarco en la capital.

“El CNT siempre nos dijo que no puede ocuparse de todo, sino que también nosotros tenemos que ayudar en la reconstrucción de Libia, en el restablecimiento del orden y de la seguridad”, explica Ibrahim, un mecánico