miércoles, 10 de agosto de 2011

Los dirigentes sociales van a alistar sus bases contra Correa

Una noticia alteró el ánimo de los 350 asistentes al primer encuentro de organizaciones sociales. Ayer tres dirigentes de Azuay fueron condenados a ocho días de prisión, acusados de obstrucción de vías e interrupción de servicios públicos.

Carlos Pérez, Federico Guzmán y Efrén Arpi fueron procesados por una protesta en contra de la minería, en el sector de Tarqui el 4 mayo de 2010.

Humberto Cholango, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), dio la noticia al inicio del encuentro. Y en seguida vino la respuesta al Gobierno: "No le tenemos miedo -dijo-. Si tenemos que ir a la cárcel nos vamos pero jamás vamos a rendirnos ante la prepotencia".

Un sonoro aplauso del auditorio respaldó esa posición. El local del teatro Prometeo, de la Casa de la Cultura, quedó pequeño para recibir a los representantes de 200 organizaciones sociales. Había indígenas, maestros, estudiantes, mujeres, servidores públicos, trabajadores informales, entre otros.

Pero también hubo otro grupo; el más buscado por los medios y los asistentes: Alberto Acosta, Fernando Vega y Juan Cuvi, de Montecristi Vive; Marcelo y Gustavo Larrea, de Participación; Martha Roldós, de RED; y Luis Villacís, director del MPD. Todos se movían con soltura entre el público.

A las 09:35, el asambleísta César Rodríguez ingresó al teatro. Lucía un impecable terno color gris. Pocos se le acercaron. Prudentemente, se quedó en uno de los pasillos de acceso al escenario. Escuchó las intervenciones y, un par de veces, acompañó con aplausos las exposiciones.

Una hora más tarde, su presencia se hizo evidente. Mesías Tatamuez, dirigente sindical, dio la bienvenida "a los asambleístas que se han rescatado solos últimamente. Bienvenidos junto al pueblo". Rodríguez no respondió pero minutos después abandonó el lugar.

El Gobierno y el presidente Rafael Correa fueron el centro de las críticas: PAIS representa a la nueva derecha. Condenaron la criminalización de la protesta social. Y calificaron al régimen de "explotador y traidor". Líder Góngora, dirigente esmeraldeño, dijo lo que algunos comentaban en voz baja: "Hay que volver a las calles y retomar la movilización, no nos podemos quedar sentados".

"¡Abajo el Gobierno de Correa -gritó al auditorio-, viva la unidad de los pueblos!".

Entonces los dirigentes se concentraron en el trabajo para el que habían sido convocados: la redacción de una agenda que oriente a largo plazo la labor de las organizaciones sociales y políticas. Divididos en seis mesas de trabajo hablaron de democracia y libertad de expresión, de patrimonio y recursos naturales, de derechos sociales, modelo económico e integración regional, y analizaron las perspectivas de la unidad.

Para debatir, cualquier lugar resultó adecuado. Las mujeres ocuparon una sala en el edificio de la Casa de la Cultura: se sentaron alrededor de doce velas encendidas. El grupo dirigido por Édgar Isch prefirió salir al parque El Arbolito: unas veinte personas se acomodaron debajo de un árbol.

Todas las mesas de trabajo tuvieron algo en común: la palabra movilización. Los trabajadores sugirieron un "paro nacional con acciones escalonadas". Otros, como Pepe Acacho, plantearon "iniciar un gran levantamiento nacional hasta que salgan las compañías mineras del país". Isch propuso otra pieza para armar la estrategia: utilizar la Constitución como elemento de pelea contra el régimen. "La Constitución no es de Correa, es del pueblo y ahí están las banderas de las luchas populares".

Después de 4 horas y 15 minutos de reunión, los asistentes al teatro Prometeo llegaron a los primeros acuerdos: continuar trabajando en pro de la unidad de las organizaciones sociales. Humberto Cholango leyó el manifiesto público -de una página- en el que se incluyeron los puntos básicos de trabajo.

Los dirigentes insistieron en el rechazo al sistema capitalista, hablaron incluso del no pago de la deuda externa. En el documento se incluyó la oposición de los movimientos sociales a la explotación petrolera y a las actividades de minería a cielo abierto. Reivindicaron también el derecho al trabajo y a la libertad de expresión sin restricciones. "Este es -dijo el dirigente indígena- un proceso en construcción. Vamos a movilizarnos, a organizarnos en asambleas locales, en parques y plazas. Aquí inicia el nuevo proceso de revolución".