El debate de ayer en la sede de la Unión Nacional de Periodistas, en Quito, mantuvo esa tónica. Mauro Andino, presidente de la Comisión, lejos de generar certezas, se dedicó a relativizar los pocos avances que se han producido desde que se retomó el debate.
Ayer dijo que no tenía facultades para invitar a Catalina Botero, relatora de la OEA. Y repitió que la oposición quería traerla a colegislar. Mantuvo esa posición a pesar de que César Montúfar, a su lado derecho, leyó y exhibió la carta que la oposición envió a Fernando Cordero, presidente de la Asamblea. En ella le piden que invite a la relatora para "discutir con mayor detalle y profundidad" las observaciones que la Comisión Interamericana hizo a la ley.
Andino, interpelado, aludió entonces a declaraciones que miembros de la oposición habrían dado a los medios, y que él ha leído. Se mostró tan inflexible como escrupuloso con el significado de las palabras: varias veces dijo que Catalina Botero hizo comentarios a la ley. Solo comentarios. No sugerencias ni observaciones.
Los periodistas querían certidumbres de lo que hará el oficialismo ante la posibilidad de veto presidencial. Andino dividió la respuesta (y las responsabilidades) en partes y de esa manera sacó la pelota de su terreno. Cada cual, dijo, hace su trabajo y él no es clarividente para saber lo que hará la oposición, la Asamblea y el presidente. La garantía que puede dar es su vocación democrática y un trabajo de la comisión apegado a la Constitución y a los acuerdos internacionales.
Para evitar esos grandes temas de la ley, que siempre llegan al mismo puerto, César Montúfar prefirió aterrizar en lo que él llamó "los detalles de la ley". Ahí se esconde el diablo, dijo. Para él, el detalle más peligroso está en la definición que haga la comisión de violencia y discriminación. Su tesis es sencilla: si la ley se convierte en el instrumento para erradicar la violencia y la discriminación (un fin loable), el régimen encontrará ahí la puerta para meterse en los contenidos de las informaciones. Montúfar exhibió fotos con realidades crudas para señalar que el poder puede censurar información enancándose en una vieja teoría: la culpa la tiene el mensajero. Censurar contenidos y afirmar que son los medios los que provocan la violencia, discriminan o aúpan el racismo. Por eso, propuso atenerse a lo que dice la legislación internacional: la única regulación que cabe es si el medio incita -en ese verbo hizo hincapié- a cometer ese tipo de delitos. En el caso de la violencia sí cabe, según él, una reflexión de los medios con la sociedad. Pero no debe estar en una ley que pudiera poner límites al libre flujo informativo.
En este punto, Mauro Andino no estuvo cómodo. Se notó cuando desde la sala le preguntaron si no hay en las cadenas sabatinas mensajes que deben ser incluidos en la violencia. Con antelación otro periodista había contado cómo los sábados desayuna en familia y oye la cadena presidencial. Ya ha tenido que explicar a sus hijos que le preguntan si es corrupto, mediocre, etcétera. Andino dijo que "todos somos iguales ante la ley". Punto.
Ayer dijo que no tenía facultades para invitar a Catalina Botero, relatora de la OEA. Y repitió que la oposición quería traerla a colegislar. Mantuvo esa posición a pesar de que César Montúfar, a su lado derecho, leyó y exhibió la carta que la oposición envió a Fernando Cordero, presidente de la Asamblea. En ella le piden que invite a la relatora para "discutir con mayor detalle y profundidad" las observaciones que la Comisión Interamericana hizo a la ley.
Andino, interpelado, aludió entonces a declaraciones que miembros de la oposición habrían dado a los medios, y que él ha leído. Se mostró tan inflexible como escrupuloso con el significado de las palabras: varias veces dijo que Catalina Botero hizo comentarios a la ley. Solo comentarios. No sugerencias ni observaciones.
Los periodistas querían certidumbres de lo que hará el oficialismo ante la posibilidad de veto presidencial. Andino dividió la respuesta (y las responsabilidades) en partes y de esa manera sacó la pelota de su terreno. Cada cual, dijo, hace su trabajo y él no es clarividente para saber lo que hará la oposición, la Asamblea y el presidente. La garantía que puede dar es su vocación democrática y un trabajo de la comisión apegado a la Constitución y a los acuerdos internacionales.
Para evitar esos grandes temas de la ley, que siempre llegan al mismo puerto, César Montúfar prefirió aterrizar en lo que él llamó "los detalles de la ley". Ahí se esconde el diablo, dijo. Para él, el detalle más peligroso está en la definición que haga la comisión de violencia y discriminación. Su tesis es sencilla: si la ley se convierte en el instrumento para erradicar la violencia y la discriminación (un fin loable), el régimen encontrará ahí la puerta para meterse en los contenidos de las informaciones. Montúfar exhibió fotos con realidades crudas para señalar que el poder puede censurar información enancándose en una vieja teoría: la culpa la tiene el mensajero. Censurar contenidos y afirmar que son los medios los que provocan la violencia, discriminan o aúpan el racismo. Por eso, propuso atenerse a lo que dice la legislación internacional: la única regulación que cabe es si el medio incita -en ese verbo hizo hincapié- a cometer ese tipo de delitos. En el caso de la violencia sí cabe, según él, una reflexión de los medios con la sociedad. Pero no debe estar en una ley que pudiera poner límites al libre flujo informativo.
En este punto, Mauro Andino no estuvo cómodo. Se notó cuando desde la sala le preguntaron si no hay en las cadenas sabatinas mensajes que deben ser incluidos en la violencia. Con antelación otro periodista había contado cómo los sábados desayuna en familia y oye la cadena presidencial. Ya ha tenido que explicar a sus hijos que le preguntan si es corrupto, mediocre, etcétera. Andino dijo que "todos somos iguales ante la ley". Punto.